Astralidad y geometría en Francisca Blázquez

La espiritualidad como trono de creación
La manifestación profunda de su espiritualidad se encuentra presente en cada una de sus obras pictóricas. Con madurez interior en cada trazo y color representa cada instante de su conexión entre dos mundos llenos de matices coherentes con las miras puestas en su paso hacia la infinitud.
Encontramos en Francisca Blázquez la vivencia de lo espiritual en este plano que cabalga hacia lo inmortal.
Da placer a lo infinito, resaltándolo ampliamente a través de un formato, quedando perecedero ante tanta fuerza y vigor.
Nos deleitamos con gracia y sin miedo a la trasmutación y a los cambios, ante detalles que parecen obvios pero no lo son, dentro de momentos plasmados que transmiten fuerza interior de sentimientos y emociones. En esta muestra vivimos la gracia de una complicidad plástica donde se corona lo espiritual y terrenal en armonía, razón de nuestra vida y existencia.
Francisca Blázquez, canalizadora de energía geométrica atrapará la mirada y vibrar de todos con el Dimensionalismo, una vez más, sin desmayo y en confluencia con el Universo.

Francis Bell
www.lecritique.net
Caracas- Venezuela

Lic. Francis Bell
Directora General
www.lecritique.net

Francisca Blázquez, el universo

El Universo se mueve por energías. Estas son positivas o negativas, se transmiten y se reciben de acuerdo a nuestra propia energía en el cosmos para alimentar nuestra esencia; y hace algún tiempo, por azares del destino, se cruzó en mi camino alguien que transmite mucha energía positiva, por su fuerza al hablar, por su sonrisa infinita, por su mirada profunda… y es ahí donde esa energía que tiene la inocula a los que existimos en este trocito de universo.

 

Eres tu Paquita Blázquez, que me transportas hacia diferentes puntos del cosmos con tu obra, la cual no es más que el resultado de lo que tu espíritu ha vivido, y tu talento nos plasma esos lugares para que recordemos nuestros orígenes, nuestras metas, y pensemos hacia donde vamos y venimos en este universo infinito.

 

Yo desde acá, donde me tocó vivir, transmito lo que tu me haces llegar, a todas aquellas personas que aprecio, pues tu presencia no puede pasar desapercibida en este pequeño planeta, dado que tu, también, debes de recibir las energías positivas de los que te rodeamos, dado que eres un ser que forma parte de un todo que es Dios, y que también se alimenta de tu positivismo y alegría. Y ello es así porque este ser se alegra cuando ve sus esencias felices. Recuerda que en este trocito de planeta hay un pequeño ser que aunque no empuje ayuda a que tu energía fluya, un abrazo, tu amigo, Jesús.

Jesús Alzate

Cazando en la oscuridad

Cuando observaba los cuadros de Paquita al principio, había algo aparentemente contradictorio: no encontraba referencias espaciales. Es preciso aclarar que la conocí ya en su etapa tridimensional, no en sus trabajos de dos dimensiones. El caso es que sus luces, sus formas, estaban en un espacio informe, apenas definido. Las más de las veces se resolvía como un fondo homogéneo, acorde al conjunto que se definía. A veces era un aura de la composición central. Otras, se iluminaba por las chispas energéticas que desprendían la relación –el amor/odio- de sus seres geométricos.

Esa contradicción estaba latente en mi intelecto y no la verbalicé hasta que Francisca dio el siguiente paso. Cuando hace pocos meses empezó a materializar “su espacio” mediante redes, corrientes, hilos, me di cuenta de que hasta entonces eran los propios personajes quienes lo definían. No se trataba de un entorno cartesiano, con unos ejes previos en los que se colocan los objetos. Era más bien entrar en un sitio enorme, sin límites aparentes, predominantemente vacío, a oscuras, y esperar. Sólo cuando “algo” se enciende, ya sea por sí o por la relación con otros, se ilumina una zona periférica y se autodefine un lugar. La labor de la intrépida aventurera es cazar esas imágenes y traerlas al mundo físico. Su mejor regalo, capturar el alma de sus presas y comérselas si merece la pena. Es decir, aprender y evolucionar, procesando en sí misma esa carne, esas formas que han vivido y ahora necesitan ser parte del cuerpo de la artista. ¿Por qué, si no, se han puesto a su alcance?

El bosque oscuro en el que se adentra Francisca-Diana le va resultando más y más conocido. Por eso su atención puede captar nuevas estructuras alrededor de donde suceden sus dramas. ¡Sigue adelante, cazadora! Te esperamos con la mesa puesta para cantar tus hazañas en el ágape con que nos deleitas.

Juan Antonio Aguilera Díaz

Julio de 2007, mes de Atenea

La determinación del yo

Indaga en las formas para adentrarse en la sublimación de la existencia, que logra plasmar a través del color.

Su gran dominio del lenguaje pictórico le permite introducirse en vericuetos insalvables para otros, de forma natural, exhibiendo una síntesis de planteamientos, en la que resalta la diversidad de opciones en el camino espiritual de comprensión del universo.

Sus formas son producto del yo, de la determinación del yo, que es la capacidad para comprender que uno es iluminado porque todos somos parte de una misma sustancia. El quid de la cuestión radica en que hay que atravesar un largo proceso de aprendizaje para alcanzar la comprensión y el conocimiento.

Ignacio Logroño Monte

Escritor cubano

Los objetos dimensionales de Francisca Blázquez

Las superficies se doblan, se estrechan, crecen, se pliegan inverosímilmente, se contradicen especularmente, se desdoblan como reflejos en el agua o se expanden de forma caprichosa,  aunque siempre con armonía, en bellos y simples colores… Es el universo secreto colmado de dimensiones que desvelan los lienzos de Francisca Blázquez (1966).

Dimensiones, esta es la clave. Las últimas teorías científicas trabajan con diez o incluso más. Si creemos vivir en cuatro (ancho, alto, fondo, más tiempo), es porque las otras resultan microscópicas, imperceptibles, aunque, como la luz filtrada por la lente de un proyector, iluminan completamente la pantalla de nuestra vida.

El Big-Bang, que tan intuitivamente ha representado Blázquez en obras como “Formas”, “Universo” o “Círculos energéticos”, privilegió las dimensiones conocidas a costa de las desconocidas. Mientras las primeras se expanden cada vez más, las segundas se hacen progresivamente más pequeñas. Pero si, en un futuro lejano, el Big-Bang se invirtiera, ocurriría al revés: las dimensiones escondidas se harían cada vez más grandes y las conocidas se irían condensando hacia lo ínfimo.

            En cualquier caso, para verlas, no tendremos que esperar a ese lejanísimo e incierto futuro, cuando probablemente el ser humano haya desaparecido del universo. Podemos hacerlo aquí y ahora gracias al arduo y asombroso trabajo de Francisca Blázquez.

Es característico de los verdaderos artistas sumergirse en lo invisible para emerger con ignotas realidades. El creador genuino habita tiempos simultáneos y sabe poner ante nuestra vista trozos de existencia de los siglos pasados y de los que han de venir. Blázquez, que forma indudablemente parte de estos artistas, se adentra como una argonauta en las dimensiones desconocidas y las despliega ante nosotros. Sabe que el tiempo puede contraerse o dilatarse y transita a placer por sus adentros. Es una Nostradamus que nos abre las puertas situadas más allá de las imágenes de millones de años que la luz porta hasta nosotros.

Para tan magno trayecto, no ha elegido una potentísima nave espacial, sino algo mucho más rápido y efectivo: la imaginación. No podría ser de otra forma. La imaginación es una autopista que nos conecta con las dimensiones que los romos sentidos no pueden vislumbrar. Mente. Imaginación. Mundo cuántico. Tres elementos, en mi opinión, intercambiables. Como decía Giordano Bruno: todo lo que puede ser pensado es real.

            Claro que no cualquiera puede hacer este viaje hacia lo extraño. Hace falta una mente avezada, abierta, curiosa, audaz y sin complejos. Una mente que, al cerrar los ojos, rompa los límites y se adentre en la complejidad de cuanto nos rodea. Una mente que sepa formular las matemáticas de la imaginación. Porque no otra cosa son las matemáticas sino posibilidades imaginativas. Una mente que se haya ejercitado en la gimnasia de las elucubraciones, que se haya perdido en los universos paralelos, que se haya multiplicado por los mundos posibles.

            Francisca Blázquez tiene esta mente. Sabe conducir con extrema pericia por entre los laberintos de las más variadas y vastas dimensiones, a las que, con la nitidez de sus pinceladas acrílicas o la ayuda precisa del ordenador, convierte en palpables objetos. Aquí plasma una “Geometría en el espacio” o nos lleva a existencias simultáneas en “El breve intervalo de la esperanza”  o nos introduce en la antimateria en su serie “Espacial” y en “Espacios encontrados”. Allí nos expresa la materia surgiendo de la nada en “El rojo ascendente en el negro” y en “Círculos ardientes” o manifiesta el papel creativo de la luz en “Luz dimensional”, “Textura amarilla” y “Esfera. Luz”.

Blázquez no se pierde en el caos como aquellos a quienes los árboles impiden ver el bosque. Va más allá, se aleja y comprende que el caos es una apariencia; que los “árboles” conforman inmensos, tortuosos, laberínticos bosques. O dimensiones. Donde otros quedan aturdidos, Blázquez triunfa por la rotundidad de su lógica, por su clarividente capacidad espacial, por su don de la perspectiva. Da la casualidad de que es una pintora pero podría haber sido igualmente una física o una astrónoma.

            Blázquez no es una viajera diestra e impenitente que se aleja de nuestras miserias para pasearse egoístamente por el cosmos. Por el contrario, su arte ilumina plenamente la realidad en la que nos sustentamos. Sus dimensiones son las máquinas de nuestro cuerpo y de nuestro comportamiento. Son las formas de nuestra alma. Están ahí no sólo para que intuyamos lo más profundo del universo, sino para que nos intuyamos a nosotros mismos. Debemos ver los objetos dimensionales de Blázquez como mapas del universo oscuro e inescrutable, al que no ha podido acceder aún la ciencia moderna, y, a la par, como mapas de nuestro propio ser, en el que difícilmente ha penetrado la psicología moderna o la flamante neurobiología. Por eso, la artista ha imbricado geometría, movimiento y cuerpo en una de sus más bellas y afortunadas series, Danza y geometría dimensional, de la que forman parte “Amor”, donde lo geométrico se encarna en los bailarines, y “triángulos danzantes”, en el que baile y geometría se implican necesariamente.

            Si el universo es una sinfonía de supercuerdas, Blázquez objetiva en sus lienzos sus más diferentes vibraciones. Y así, según seamos, nos gustará más o menos este cuadro suyo. Porque cada hombre es una dimensión diferente y resulta natural que vibre de una manera singular y que anhele aquellas otras vibraciones que conmueven su interior y que son la cifra de su personalidad. Lo curioso es que, igual que no existen dos hombres idénticos, igual que en el fondo de cada uno de nosotros late una vibración única e irrepetible, no hay dos lienzos de Francisca Blázquez que se parezcan. Cada uno de ellos representa una dimensión absolutamente diferente de las demás. Trabajando sobre objetos tan difíciles, admira esta capacidad de ir siempre más allá. Tampoco, en este sentido, nos traiciona Blázquez. Cada una de sus figuras es un trozo de oro puro acuñado de una forma nueva.

            Y digo oro porque la belleza es consustancial a su obra. Blázquez se sale del feísmo que ha informado la mayor parte del siglo XX para recuperar la belleza, que, en ella, no tiene nada que ver con lo bonito, sino con el hallazgo, con la luz, con la simetría. Es, como dicen los científicos, la simplicidad de una idea que explica fácilmente lo más complejo. La belleza del arte de Blázquez está en cómo, de lo más simple, surgen las más inimaginables dimensiones. El espectador tiene la intuición de que cuanto se le muestra es verdad.

            Blázquez trae ante nosotros las complejidades de El Bosco, de Arcinboldo, de Escher, proyectándolas hacia el reino de lo subatómico y haciendo emerger la belleza que habita en su seno. Cumple así las características de la nueva estética o estética cuántica, que se define como “misterio más diferencia”. Esta última porque  Blázquez no busca ni la igualdad del universo ni repetirse a sí misma. Cada hallazgo suyo es, como hemos dicho, sólo un camino para llegar a otro. Su preocupación es la inmensa variedad de cuanto nos rodea. La imaginación de la artista es fecundísima y abomina del estancamiento. En cuanto al misterio, ¿qué otra cosa son sus lienzos sino éste objetuado y expuesto a nuestra contemplación? Pensemos en “El azul del misterio”. No es que sus cuadros lo desvelen, simplemente nos hacen penetrar en él. Blázquez logra con su obra un tratado del vasto misterio en que habitamos.

            Qué pocos artistas contemporáneos son capaces de hacer esto, centrándose por el contrario en lo más grosero y palpable de la existencia, en los detritus, en la carne sin horizonte. Blázquez ha cargado a sus espaldas un nuevo paradigma. Sabe sin duda que, en el viaje que es toda vida, su obra ganará, llenando de sentido pictórico el siglo XXI.                                            

Gregorio Morales

Francisca Blázquez, un arte propio

He tenido la oportunidad de visitar la pagina web de Francisca Blázquez y, en el momento de observar cada una de sus obras, he tenido la impresión similar al choque que produce un objeto pesado al caer al agua y luego, al ir detallando cada imagen he sentido esa sensación de calma misteriosa y silente cuando el mismo objeto se va sumergiendo lentamente hasta tocar fondo.

                 Es un  encuentro con un realismo mágico dentro de un mundo surrealista, donde el cosmos y todo lo que lo conforma, es descrito por la artista  en la forma que ella ve o se imagina ese mundo futurista lleno de fantasía y de cosas impensables por el común de la mente humana.

                       Toda la obra respira libertad de expresión, sus imágenes las ha metamorfoseado por figuras geométricas con signos coloridos, sin que para nada se salgan de la esencia de su trabajo.

          Es una forma original de ir un paso adelante, crear con creatividad; lo que no sabemos nos lo inventamos. Es la formula que algunos artistas, por estar sumidos en hacer lo que a los demás les agrada, no la aplican, y no se han detenido a pensar lo que a ellos les satisface. Romper el esquema, salirse del molde y hacer lo propio, sin nada ajeno sin deberle nada a nadie.

Esto es lo que logro ver en Francisca, un estilo de arte propio, donde predomina el subconsciente de la artista que esta en ella y con su talento logra enmarcarlo y transmitirnos un mensaje que nos conduce hacia el infinito, hacia ese universo que solo un artista creador e imaginativo puede mostrarnos.

                                                  Gracias Francisca Blázquez por estar presente y punzarnos a seguir tu ejemplo.                             

                                        FERNANDO RODRIGUEZ ROJAS                        

                                                        Pintor Colombiano