Códigos de formas, bajados por la autora, llevados a un formato, para acabar, finalmente, con una lectura final del espectador. El cerebro los traduce en emociones, sentimientos de aprobación y desaprobación, solo que, a través de las imágenes, que se cierran y escapan entre las líneas y los colores que dan otra sensación, podemos decir que hay universalidad en las creaciones. A partir de ese punto es cuando una obra de arte, o el trabajo de un artista, se convierte en un planteamiento universal. Posee la dimensión de la realidad de este planeta.
Las formas son modernas, producto del laberinto de pensamientos, que van a parar a la modernidad, eso refresca, es realmente, vanguardista, alentador, eterno.
Las formas hechas de este modo, en este tiempo, no descansan, dejan de ser formas y líneas para competir con las sensaciones artísticas. ¿Cómo hacer que estas líneas lleguen a las almas, como hacer para que estos colores hablen con las entrañas humanas?
Miró dijo que las formas y los colores son herramientas del arte, que se pueden trasladar y mover a la par, sin ser menos, que una imagen contrapuesta y aumentada. Quizás es más difícil hablar con las formas, es más complicado.
Es más fácil para un pintor crear una imagen que lo dice todo y representa una idea determinada. Pero estas formas son interminables, extraterrenas, producto de un pensamiento sublime, paradigmático y admirable. Y todo ello gracias a la posibilidad de emplear una depurada técnica que permite a la autora expresarse de esta manera.
Desde otro plano vienen a comunicarnos que existe una forma de decodificar. Los ciegos vienen a decirnos que ellos también, ven; los pájaros, los niños, que hablan con apenas dos palabras, o señas, nos conducen a emociones. De la misma forma que los lenguajes lapidarios de determinados creadores.