Se hace evidente la dualidad, o mejor dicho, la polaridad, al observar sus cuadros. Simetrías, divisiones, dobleces, colores complementarios, formas opuestas… Pero… ¿qué es la polaridad?, ¿qué sentido tiene?. Sabemos que nuestro universo está basado en el 2, en el juego y la dinámica de los opuestos. Bien-mal, alto-bajo, negro-blanco, dentro-fuera, materia-espíritu… Otros universos es seguro que responden a diferentes estructuras, unos más simples y otros más complejas, ya tendremos tiempo de experimentarlas cuando completemos nuestra evolución en este sistema.
Pero no solo hay polaridad, la polaridad es una condición, un paso previo hacia nuevos horizontes. No hay dos sin tres, y Paquita lo sabe, lo ve y lo cuenta. Así se generan los hijos de los dos polos, se completa la trinidad, se cumple la Ley del Triángulo, otra de las leyes básicas del universo que vivimos.
El tres es el misterio con el que actualmente trabaja la pintora. Ya ha dado profundidad a sus obras, superando la bidimensionalidad de sus inicios. Ya ha bajado a la estructura de la materia, al Gran Inconsciente, a lo que religiones simplistas llaman los infiernos, y ha percibido el juego de los opuestos. Y ahora, como no podía ser de otra forma, aparece el resultado de ese juego. Siempre surge una tercera forma, a veces mixta, a veces contradictoria. Perfilada, por el propio concepto de su estilo, y enriquecida de colores, luces y espacios.
Son las esferas hijas de las pirámides, las corrientes cilíndricas de energía que saltan entre casquetes magnéticos, los equilibrios que toman forma. Cualquier día, un nóbel verá en ellos la imagen de una teoría, el reflejo de un proceso infraatómico, la descripción directa de una ecuación cuántica. No me extrañaría ver estos cuadros ilustrando un tratado de dinámica de partículas. En esos entornos, con un pie en lo llamado físico y otro en el astral, un leve matiz de forma o color significa la diferencia entre atracción y repulsión.
Francisca muestra perpleja las fórmulas enamoradas, los momentos de sexo intracósmico, sagrado, cuando de la atracción de los opuestos surge un nuevo ser, envuelto en nebulosas de calor amante, y lo más interesante, direccionadas y conformadas con sentido. Para que el mundo recién nacido sea un paso adelante en la evolución, y una de nuestras células sea más consciente.
Juan Antonio Aguilera
Madrid, 12 de noviembre de 2005
(En el 20 aniversario del Acuerdo Dalí-Tierno Galván)